I. Nacidos de la Roca Madre
A diferencia de los Kweebecs que brotan o los Feran que nacen, los Centinelas de Gaia no tienen infancia. Son constructos elementales, forjados en la Era Antigua directamente de la roca viva de Orbis. No respiran, no comen y, lo más importante, no sangran. Durante milenios, permanecieron inmóviles en los santuarios de la Zona 1 y 3, confundidos a menudo con estatuas cubiertas de musgo, esperando una señal que nunca llegaba.
La magia que los anima es antigua y compleja. Un núcleo rúnico en su pecho actúa como corazón, pulsando con una luz cian tenue. En la historia de Hytale, los Golems siempre han sido neutrales, parte del paisaje. Pero cuando el Vacío comenzó a corromper la tierra misma, su programación ancestral cambió. No están luchando por política o supervivencia; están luchando porque son el sistema inmunológico del planeta.
"No puedes razonar con una montaña. No puedes asustar a una roca. Y ciertamente, no puedes detener a un Golem una vez que empieza a caminar."
II. El Muro Inamovible
En el campo de batalla, un Centinela de Gaia vale por diez soldados humanos. No son rápidos, pero son imparables. Un solo golpe de sus puños de piedra puede aplastar la quitina de un Scarak o derribar una puerta fortificada. Pero su verdadero valor reside en su resistencia. Pueden soportar el fuego de dragón y los rayos del Vacío, protegiendo con sus propios cuerpos a los aliados más frágiles.
Se dice que Tessa logró despertar al "Primordial", un Golem del tamaño de una torre, utilizando una sobrecarga de su magia de rayo. Desde entonces, los Centinelas siguen su luz no como sirvientes, sino como una brújula que apunta hacia la amenaza que deben eliminar.
Un Centinela reactivado en la Zona 3.
III. Memoria de Piedra
Aunque no hablan con palabras, los Golems comparten una conciencia colectiva. Lo que uno ve, todos lo saben. Son la memoria viva de Orbis. En sus grabados rúnicos se encuentra la historia de eras olvidadas. Perder a un Centinela es perder una biblioteca entera de conocimiento elemental.
Ahora, marchan hacia el Templo del Tiempo. Sus pasos hacen temblar el suelo, un recordatorio constante para Varyn de que Orbis no es solo tierra para conquistar; es un ser vivo, y tiene puños de piedra.